No necesitamos la menstruación


Aquellas mujeres que tienen periodos tortuosos e incómodos tienen la alternativa de suspenderlos sin poner en riesgo su salud.

“La menstruación ayuda a limpiar el cuerpo”. Eso oyen muchas mujeres de sus mamás o de sus abuelas. Y, desde ese momento, la llegada de la regla se convierte en un mal necesario. No hay otra opción que aguantar los cólicos, algunos tan fuertes que caminar requiere fuerza mental; soportar la sensación de que tu útero se desprende, pesa y te hala hacia el suelo; resistir la incomodidad de sangrados abundantes, por los que ponerse de pie siempre conlleva el riesgo de sufrir una vergüenza; y prepararse para la llegada de migrañas, que vienen como taladros a perforar el cerebro. Tenemos que resignarnos y sufrir, porque eso nos dijeron que era lo que había que hacer.

En realidad, el sacrificio es totalmente inútil. La menstruación no es más que sangre y tejido que la mujer produce para revestir las paredes del útero mensualmente y así prepararlo para un posible embarazo. Cuando el óvulo que nace cada 28 días no es fecundado por un espermatozoide, el cuerpo entiende que la protección del útero ya no es necesaria y, por lo tanto, elimina ese tejido que se ha ido formando. “Nada tiene que ver la regla con la limpieza del cuerpo”, explica el ginecobstetra Daniel Londoño.



La ignorancia sobre nuestro propio cuerpo y las ideas equivocadas que pasan de una generación a otra han influido en que no nos sintamos tranquilas a la hora de recurrir a alternativas para eliminar el periodo y sus incómodas consecuencias en el organismo. Pero es bueno saber que existen posibilidades para que nuestra calidad de vida mejore sin poner en peligro nuestra salud. Ya nosotras veremos, después de tener la información en nuestras manos, si esas opciones nos interesan o no.


¿Cómo eliminar la regla? 



Los encargados de la magia son los métodos anticonceptivos hormonales. “Los anticonceptivos, a través de sustancias químicas, le mandan señales al cerebro para que deje de producir las hormonas que producía –explica Londoño–. Es decir, les ordenan a los ovarios que dejen de producir óvulos”. Si no hay ovulación, no hay fertilidad. Si no hay ovulación, el cuerpo nunca empieza el proceso de preparación de esa capa protectora del útero que se convertirá en la regla. “En este sentido –añade Londoño–, con los anticonceptivos no se bloquea o se obstruye la menstruación, como piensan algunas personas. El tejido que se expulsa cada mes ni siquiera se produce porque que el organismo no se está alistando para un embarazo”. Entonces, no hay que preocuparse por la idea de que la sangre se está acumulando dentro del cuerpo.

Mientras que estamos bajo los efectos de las pastillas anticonceptivas, la inyección o el aro, el cerebro tiene la orden de hacernos infértiles. Casi todos estos métodos, sin embargo, están pensados para hacer una pausa: después de unas tres semanas se termina la caja de pastillas y finaliza el efecto de la inyección, entonces, llega la regla. Dicen que este tiempo de descanso está relacionado con el hecho de que uno de los creadores de la píldora era católico e intuía que su descubrimiento sería mejor visto ante la Iglesia si daba la idea de que el cuerpo de la mujer trabajaba normalmente. Pero no hay una razón médica por la cual tenga que llegar el periodo. “Las mujeres que quieren detener las molestias mensuales de la menstruación simplemente deben tomar pastillas de corrido, sin descansar siete días –explica Londoño–. Y hacer lo mismo con los otros anticonceptivos. Pueden hacerlo durante los meses que quieran hasta que decidan quedar embarazadas, esto no va a tener ninguna repercusión en su fertilidad”.

Según Londoño, la salud no corre ningún riesgo al eliminar la regla. Esta alternativa es tan segura que los médicos suelen sugerirla a mujeres con sangrados intensos, abundantes, prolongados y dolorosos. Y es especialmente recomendada para aquellas que sufren de endometriosis, “una condición que afecta un porcentaje importante de mujeres en edad reproductiva en nuestra sociedad –explica Londoño–, que produce daños graves en órganos como los ovarios y las trompas, lo que afecta seriamente la fertilidad y que genera dolores terribles y hasta incapacidad laboral”. La endometriosis ocurre cuando el tejido que cubre las paredes del útero se desprende y se ubica en diferentes zonas de la pelvis (como las trompas de Falopio o los ovarios). Con cada menstruación, ese tejido crece y produce inflamaciones agudas y crónicas. Cuando una mujer suprime la menstruación, estos síntomas disminuyen y se reduce el avance de la enfermedad.

Londoño, no obstante, advierte que la decisión de suprimir el periodo es una decisión que debería tomarse en compañía de un ginecólogo, que se asegure de que uno elija el método más adecuado para su estilo de vida. Además, es clave que un especialista le ayude a uno a entender que no se trata de eliminar la regla para ir tranquilamente a la piscina el próximo puente; la idea es tomar una decisión a largo plazo y anular la menstruación por un tiempo prolongado, ya que hacerlo un mes sí y un mes no puede producir desequilibrios hormonales.

Hay que recordar que también existen los dispositivos intrauterinos, que se ubican dentro del útero por un especialista y su efecto anticonceptivo puede extenderse hasta cinco años. Con mucha frecuencia, a los seis meses de usar este método las mujeres dejan de tener la regla.

Vivir sin esa aburridora acompañante

Ponerse un dispositivo intrauterino lo cambió todo para Alana Massey. Esta escritora estadounidense tenía 27 años cuando tomó la decisión de implantárselo. Estaba en una relación estable y las ganas de tener un bebé se encontraban perdidas en un futuro distante. Sus reglas eran dolorosas y la hacían encerrarse y escapar de la gente. “Seis meses después pude olvidarme de las crisis que llegaban con cada periodo –le contó Massey a Cromos–. Dejé de gastar en cosas relacionadas con la higiene personal y de preocuparme por quedar embarazada. Solía hacer estriptis, pero con la menstruación era muy incómodo, así que con el dispositivo volví a bailar. Fue mucho más fácil estar en el escenario o con un cliente. Y esto les ocurre a mujeres en otras profesiones, como las que trabajan en ambientes muy masculinos”. Su punto de vista concuerda con el del ginecólogo Daniel Londoño, quien suele recomendar esta alternativa a deportistas de alto rendimiento, a estudiantes que vayan a hacer un posgrado en el exterior o a auxiliares de vuelo que son afectadas por los cambios de huso horario.

Hay mujeres que tienen la idea de que esa visita mensual las hace sentir más femeninas, pero a Massey le ocurrió todo lo contrario. “Algunas consideran que el periodo es un indicador de salud y otras que piensan que la sangre que expulsan todos los meses les ayuda a conectarse con la tierra, pero yo nunca me había sentido más mujer que cuando me pusieron el dispositivo. Me sentía más cómoda, más saludable y me podía vestir como quisiera, así que todo eso aumentaba mi sentido de feminidad”.

Para Massey –quien ha escrito e investigado con múltiples especialistas sobre las repercusiones médicas de eliminar el periodo– hay un discurso doble en nuestra sociedad con respecto a lo femenino: “Tenemos que buscar pareja, pero si nos interesa alguien no deberíamos decir que nos gusta. Tenemos que perseguir objetivos profesionales, pero no podemos hablar abiertamente de nuestras ambiciones. Hay un mensaje repetitivo que indica que debemos mantener en silencio nuestros asuntos, especialmente si tienen que ver con nuestros cuerpos. Tenemos que eliminar el pelo de nuestras piernas si queremos cumplir con las expectativas sociales de lo que debería ser una mujer, pero resulta que lo femenino es mucho más desagradable de lo que los hombres se imaginan”. Nos dicen que la regla está vinculada con nuestra feminidad, pero tenemos que ocultar la toalla higiénica en nuestro camino al baño y usar sacos largos durante el periodo en caso de tener un accidente indeseado. La menstruación nos hace más mujeres y por eso tenemos que soportar todo lo que viene con ella, pero no deberíamos hablar mucho de eso, porque da asco e incomoda.



Cuando Massey empezó a hablar con la gente sobre su método de planificación se encontró con mucha resistencia. Con excesiva frecuencia le decían que eso no era natural, lo cual es cierto: “La ciencia trabaja para que estas hormonas se parezcan cada vez más a las femeninas, pero siguen siendo compuestos químicos, por lo tanto uno no puede obligar a nadie a usarlas –explica Londoño–. Como médico, solo puedo presentar las opciones: ‘Puedes irte por lo natural y aguantar cada 28 días esas hemorragias abundantes y dolorosas. O puedes elegir lo que no es natural y evitar esa incomodidad mensual’”. Lo mismo piensa Massey, quien no pretende predicar, sino guiar a quienes les llama la atención esta alternativa y aún tienen dudas: “Claro que los anticonceptivos no son naturales, como no es natural el maquillaje, el de-sodorante, los remedios ni la epidural, pero qué alegría que las mujeres ya no tengamos que morir durante el parto. Yo también tuve preocupaciones antes de decidirme por el dispositivo intrauterino, pero mi experiencia ha sido muy positiva. Aunque sé que no le funciona a todo el mundo, para mí fue una opción inofensiva que mejoró mi calidad de vida. Lo importante que es que las mujeres sepamos que tenemos posibilidades y que dejemos de sentir que al tomar decisiones sobre nuestro cuerpo estamos desafiando a Dios”.

El dilema de los anticonceptivos

Pros
1. Previenen el embarazo. 

2. Ayudan a controlar el acné y el hirsutismo.
3. Contribuyen a controlar el peso. 
4. Reducen la intensidad de los sangrados durante la pausa en la que llega la menstruación, lo cual disminuye la posibilidad de sufrir anemia. 
5. Previenen el cáncer de endometrio y de ovario. 
6. Disminuyen los efectos dolorosos de la regla.

Contras
1. Riesgo de trombosis.
2. Un pequeño porcentaje de casos llegan a tener problemas en la presión arterial. 

3. En algunas mujeres se elevan los triglicéridos. 
4. Pueden producir migrañas. 
5. En ciertos casos favorecen la depresión. 
6. Pueden generar manchas en la piel. 
7. Aumentan el riesgo de sufrir cáncer de seno.



Foto: iStock.
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